Tecito con Empatía

En su oficina, Gabriela escuchaba,
con Tecito con Empatía, siempre aconsejaba.
La Catrina, curiosa, llegó a espiar,
quería ver cómo a los padres Gabriela iba a coachear.

A su oficina entró, intrigada y curiosa.
Se dijo a sí misma,
“¿Quién es esta mujer tan talentosa?”

Vente, Catrina, siéntate a tomar!
Un té con consejos te voy a dar.
Si a tus hijos quieres límites poner,
te enseñaré cómo bien proceder.”

La huesuda rió y a su esqueleto miró,
“¡Gabriela, tu arte hasta a mí impresionó!
Con tus palabras, los niños obedecen,
y los padres, en paz, por fin se establecen.”

Mas la Catrina, con su misión en mente,
susurró a Gabriela suavemente:
“Algún día, coach, a mi lado estarás,
pero por ahora, a más padres guiarás.”

Gabriela rió, con calma y ternura,
“Gracias, Catrina, por tu locura.
Mientras tanto, seguiré en mi tarea,
con Tecito con Empatía, mi gran odisea.”

Y así, la muerte se fue a bailar,
sabiendo que un alma había que esperar.
Porque Gabriela, con su amor y saber,
a más familias aún iba a atender.

¡Celebrando a un SUPER PAPÁ en Tecito con Empatía! 🎉✨

Hoy queremos elevar nuestras tazas de té en honor a un SUPER PAPÁ que personifica todo en lo que creemos: la importancia de educar a nuestros pequeñines desde la inteligencia emocional y fomentar una crianza consciente.

Este SUPER PAPÁ, que camina el camino de la empatía y la comprensión, nos inspira a seguir adelante, a compartir amor y guía en cada paso de este viaje de crianza.
A ti, que haces que la aventura de la paternidad se vea llena de amor, paciencia, y una profunda comprensión de lo que realmente importa, te decimos: ¡Te amamos! 💖

¡Felicitaciones por ser un increíble ejemplo para nosotros y para todos los padres que buscan criar desde el corazón! 🌟

Te invito a leer este poema, leerlo, leerlo de nuevo y leerlo una vez más. Asimilar y revaluar la forma en que ves a tus hijos.

El niño tiene cien lenguajes, cien manos, cien pensamientos, cien maneras de pensar de jugar y de hablar, cien, siempre cien maneras de escuchar, de sorprenderse, de amar, cien alegrías para cantar y entender, cien mundos que descubrir, cien mundos
que inventar, cien mundos que soñar.

El niño tiene cien lenguajes
(y además cien, cien, y cien mas)
pero se le roban noventa y nueve.

La escuela y la cultura le separan la cabeza del cuerpo.

Le hablan:
de pensar sin manos, de actuar sin cabeza, de escuchar y no hablar, de entender sin alegría, de amar y sorprenderse sólo en Pascua y en Navidad.

Le hablan:
de descubrir el mundo que ya existe y de cien le roban noventa y nueve.

Le dicen que el juego y el trabajo, la realidad y la fantasía, la ciencia y la imaginación, el cielo y la tierra,
la razón y el sueño, son cosas que no van juntas.

Le dicen en suma
que el cien no existe.

Y el niño dice:
Claro que el cien existe.

- Loris Malaguzzi